Hace siete días que doné sangre por primera vez. Lo había intentado con dieciocho añitos pero me pudieron los nervios y me desmayé. El resultado fue una frustración tremenda y un ligero "malestar", podéis llamarle miedo, al ver las agujas. Pero esta vez ha sido distinto. Lo cierto es que no me lo había planteado pero vino uno de esos autobuses a mi empresa y una compañera me animó. ¿Resultado? Frustración superada y un moratón en el brazo izquierdo. Las matemáticas no se me han dado nunca demasiado bien pero creo que la ecuación es muy positiva, por eso cuando un compañero de trabajo me espetó un "por eso yo no dono" al verme el brazo algo morado sólo pude pensar que bien pequeño es el precio a pagar para salvar alguna vida. Además, bien mirado resulta algo "poético" pensar que mi sangre puede correr ya por otras venas. Así que seguiré donando de vez en cuando y si tengo que lucir mi "herida de guerra" por culpa de la torpeza de algún médico, pues lo seguiré haciendo.
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